lunes, 29 de diciembre de 2008

Catafau y El Limón Mecánico










Colores de camisetas... a veces pienso que son todo lo que se puede desear.
Calma, Camisetas Amadas y unas pocas cosas más.
Quizás los Relatos de partidos por radio, el antiguo trasfondo de los sábados, de los domingos, oh, nos salvaron de tanto daño, nos hicieron contornear y evitar la Insensibilidad Crónica.
Así, desde el Comienzo y hacia el fin de las Cuentas:
A quién estamos obligados de desagradar, oh?
A quién debemos caerle bien de antemano?
Son así las cosas, así han sucedido... qué hacer para no verlo?
No sé, nada, es imposible.
Ni siquiera es un problema, no es cierto Capullito?
Aquella Frontera de Cal o Pintura que osamos pisar superando un rival...
La Serpentina Rectangular, oh, gritando! (Alguien me ha dicho que en basquetbol no se puede pisar esa línea... extraño deporte entonces...)
Todo eso nos dio un tipo de inteligencia, una Pequeña sociabilidad, un par de recuerdos.
No es poco, le diría al ilustre linarense Don Guido.
Entre los participantes del campeonato de esa segunda temporada catafauiana, se hablaba de un solo equipo: El Limón Mecánico.
Casaquilla amarilla obviamente, conformado por ex-alumnos de comienzos de los 80 (no sé exactamente el año), su apelación denotaba un estilo ya afianzado durante al menos una década de jugar juntos.
De hecho, dentro de la cancha se decían cifras, lo que significaba el número de la jugada a implementar al servir un corner o al ser atacados...
Contra esa organización forjada en la experiencia, casi todos los equipos nada podían improvisar.
René Larrondo jugaba en el Limón, de puntero; yo lo estimaba harto pues había sido mi técnico durante seis o siete años en la Humilde Escuela de Fútbol del Colegio, mantenida en pie por el ya mítico José Llamas.
Había también un tal Cecilio, rubio y fino con la pelota: el equipo jugaba rápido y asociado, eran vistosos si se quiere, efectivos...
Nadie discute a los equipos efectivos, sus triunfos son su atracción, nadie discutía al Limón...
A mí me disgustaba la alabanza ciega de su juego que obviaba otros aspectos menos nobles. Tenían sus tipos hacheros atrás y al medio, y alguno de ellos, en ofensiva, gustaba de provocar a las ocasionales víctimas que osaran trancar con vehemencia.
También a mí me parecía que hablaban en demasía con los árbitros... quienes a veces les facilitaban las victorias que igual habrían obtenido...
Campeonaron siempre.
Catafau el primer año perdió por mucho con ellos, pero jugando bien.
Es extraño y usual eso: hay partidos que se pierden claramente, pero haciendo el propio juego, llevando a la práctica las posibilidades, generando jugadas armónicas.
Cuando ello ocurre, uno se siente mal por el resultado, pero bien por el juego del equipo propio.
El segundo año perdimos apretadamente, pero sin dar la impresión de jugar a algo, como apresurados, ofuscados, sujetos a la torpeza, jugando mal, sintiendo que se jugaba mal.
Ahí uno se siente mal en los dos aspectos: en cuanto al resultado y a la renuncia al propio juego o a la imposibilidad de hacer el propio juego.

Braulio Musso

lunes, 22 de diciembre de 2008

Henri Gouhier







Periodista Jean-Maurice de Montremy: Piensa usted que el problema de las relaciones entre la filosofía y el pensamiento cristiano hubiera suscitado hoy personalidades comparables a aquellas de Bergson y Gilson?
Su aventura prosigue en el pensamiento contemporáneo?

-Henri Gouhier: Inicialmente debo decirle a ud. lo que es para mí una especie de principio:
yo no creo que haya una historia de lo contemporáneo.
Yo soy historiador de la filosofía: yo no creo que pueda haber una historia de la filosofía contemporánea, de lo contemporáneo no sabemos eso que va a permanecer, es decir, eso que se convertirá en algo histórico.
En este mismo momento donde nosotros estamos ahora, hay quizás alguien que está escribiendo el libro del que se dirá: ‘es la obra fundamental de la filosofía en los últimos años del siglo XX’.
En ‘el año de gracia de 1654’, en la noche del 23 de noviembre, desde alrededor las diez y media de la noche hasta, más o menos, las doce y media,
quién hubiera sospechado eso que pasaba en la pieza del señor Blas Pascal?
Y sin embargo...
En las historias de la filosofía que pretenden comprender la época contemporánea, el número de filósofos vivos deviene de más en más importante a medida que se avanza. Sin duda el autor piensa en los amigos y colegas que buscan su nombre en el Index, pero lo que hay es sobre todo esto otro: la elección efectiva [ de La Vida ] no ha sido aún hecha.
Nosotros no sabemos quién sobrevivirá.
Yo declaro no ser historiador del pensamiento contemporáneo porque simplemente él no tiene, o si se quiere, no es aún una historia.

Periodista de Montremy: Pero usted tendrá de todas maneras una pequeña idea en lo íntimo, sin ser historiador, de lo contemporáneo?

-Henri Gouhier: Yo me excuso de darme aires de importancia y de hacer una comparación con Bergson; no se trata de una comparación sino de una lección. Bergson aquí, en este caso, es mi maestro. Yo digo como él: eso que yo pienso en tanto simple mortal no tiene ningún interés general. Yo no tengo para qué narrar o tratar de explicar eso.
Bergson no quería abordar cuestiones sobre las cuales él no podía filosóficamente hablar.
De la misma manera, yo le diría: yo no quiero hablar sobre cuestiones de las que yo no puedo hablar históricamente.
Cuando yo voy a votar, yo tengo una opinión, pero la naturaleza de la opinión es de quedarse en la esfera de lo personal. Es por eso que está permitido cambiar de opinión.

Periodista de Montremy: Sí, pero la religión, la íntima convicción, el cristianismo, son aspectos distintos a una opinión política...

-Henri Gouhier: Y bueno, entonces yo creo justamente que las reflexiones íntimas, es normal guardarlas para uno mismo.
Entendámonos: no es cuestión de prescribir la filosofía sino de evitar algo muy subjetivo y que puede fácilmente cambiar. Se trata de imitar a Gilson en dos actitudes: aquella del historiador y aquella del filósofo.
Vamos derecho a la verdadera pregunta: Por qué estoy yo aquí?
Usted ha tenido la gentileza de invitarme a hablar porque yo he escrito un cierto número de libros de historia de la filosofía, naturalmente con el motivo de hablar sobre lo que he hecho.
Si yo hubiese atraído vuestra atención por haber escrito libros de filosofía pura, usted me hubiera invitado a hablar de mi filosofía.
Volvamos a mi pregunta: Qué es lo que yo hago aquí? Yo respondo: mi profesión.
El resto aquí no cuenta.

Periodista de Montremy: El cristianismo cuenta de todas maneras en nuestra vida.

-Henri Gouhier: Aquello cuenta en mi vida ciertamente, pero eso que cuenta actualmente, es la situación que justifica el hecho que yo esté aquí, en este momento, frente a un micrófono invitado a entrevistarme con ud. sobre cuestiones escogidas en un dominio donde se me quiere, gentilmente, atribuir una cierta competencia.

Periodista de Montremy: Esto le pone en las antípodas de gente como Sartre o Foucault. En tanto grandes intelectuales ellos no se prohiben el hecho de expresarse sobre sus íntimas convicciones.

-Henri Gouhier: Sí, Sartre o Foucault tienen una filosofía a explicar, una filosofía nueva a ser comunicada. Yo, yo no tengo filosofía nueva a comunicar; si yo dijera alguna cosa, yo repetiría de un Descartes o yo repetiría de un Maire de Biran, o repetiría de Bergson... o de...
Yo creo simplemente que yo puedo intentar hacer entender a algunos grandísimos espíritus e intentar de hacerles conocer tal que ellos eran; y si yo tengo el tiempo, yo continuaré a hacer eso que yo siempre he hecho...
Me han dicho que esto que vengo de decirle es una visión bien pesimista de la historia de la filosofía, se me dice: ‘esos grandes espíritus que usted disfruta de hacernos conocer, usted los nombra al imperfecto... Usted se pasea en la historia de la filosofía como en un museo...’
Yo me apuro gustoso a aceptar esa comparación: yo nunca siento un sentimiento de vida más intenso que en un museo.

Traducción libre de parte del penúltimo capítulo del grandísimo libro ‘Henri Gouhier se souvient...’, París, 1998.

Braulio Musso.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Lo Salvaje del Recuerdo





Recuerdo –casi siempre en primavera- lo salvaje del recuerdo,
del recordar los incidentes que son casualidades intestinales.
No me da pena realmente, pero sí ganas de llorar y de haberle
gritado a alguien en esos momentos.
Con precisión, puedo recordar a Jorgob –lánguido ser,
cuya postura era la de siempre un derrotado que derrotaba a otros,
sin siquiera competir, y creo que no compartiría ésto-.
Lo recuerdo hablando de Los Pixies, y diciéndome que Sonic Youth era, simplemente, demasiado.
Todo esto mientras esperábamos una de esas casualidades extendidas.
Me he dado cuenta últimamente, si se me permite volver a ser egocéntrico,
que el Metro es un lugar irrevocable y que me significa la posición
sedimentaria-nómade del hombre chileno común, ese que viaja en el metro y dice algún chiste sin presiones burocráticas del propio hablar humano fingido.
¿Por qué hablo de esto en este momento?
Pues, sólo lo recordé y sigo sus vestigios muertos en la vida perpetua.
La cosa es recordar un banquito verde, unas zapatillas de días “vacacionales” y la gloria insancionada de no limitarnos, como comunicantes independientes en convivencia, a las aulas de la comunión obligada.
Que en la ciudad aglutinadora nos sintamos convivientes o, quizás, que uno de nosotros lo haga, es lo que me emocionó en ese momento.
Finalmente, para aclarar:
la única relación que tienen ambos relatos es que los dos son parte del mismo, pues puedo recordar los pasos que hice en esa invención transportista.

Gentilmente escrito por Camilo Miranda,
Santiago de Chile, nacido en 1989.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Cuando Pablo Roa fue Catafau








Pareciera que algunos partidos de fútbol ( o de baby-fútbol... ) estuvieran destinados,
por su trámite monótono y por su estructura triste, a ser resueltos por ‘La’ genial jugada individual de un Ser Aparte, de Una Personalidad.
Esa acción jubilosa, iluminada, personal, solitaria, insolidaria,
sobreviene casi siempre al final, en los descuentos de tiempo,
cuando ya parece que todos los esfuerzos se anulan mutuamente.
Son partidos donde todo ha sido batallar a oscuras, donde los movimientos
ya parecen atrofiados desde sus inicios y no hubiera manera de detener su trayectoria sino chocando u obstaculizando los músculos ajenos.
Esa jugada elástica y emocional casi exigida para la redención del bodrio torpe de la Mayoría, está destinada a permanecer largo tiempo en la memoria.
Fue Pablo Roa aquél que inventó un final impensado y Maradoniano a un triste y musculoso empate que jugábamos a media luz en uno de los partidos de la segunda temporada de Catafau.
Fue ‘Una’ sola jugada que bastó para aclarar la verguenza de partido que habíamos realizado, enfermos en nosotros mismos, carniceros sin sentido, carniceros de cuchillos sin filo,
exasperados de nuestra propia basura.
Empatábamos en el minuto final contra un equipo incluso
más rústico que el nuestro, estábamos quemados y
furiosos contra nosotros mismos, sin ideas, ensordecidos,
humillados por la diferencia entre la teoría y la práctica.
Tomó entonces Pablo la pelota, un poco antes de la mitad de cancha;
ya en el primer toque le imprime otra velocidad al balón
que se ajusta a sus pies en un aliento que ya supera a un rival, en diagonal.
Pablo se estabiliza volviendo en busca del centro, enfrentando en ‘tres cuartos cancha’ a dos defensas de manera sucesiva con enganches eléctricos y siempre avanzando y apurando la pelota y luego ella como esperándolo a él y luego como apurándolo y así, frenándose él y la pelota alternativamente...
Entra al área por el centro siempre... queda el arquero...
Pablo se ha olvidado, afortunadamente, del resto de nosotros, quienes retrasados exclamamos y gritamos inconscientes, pidiéndole ya la definición.
Pablo Roa, nuestro refuerzo en la segunda temporada, tira
un ‘dribbling’ que parece muy largo hacia la derecha, muy abierto...
pero como él es el iluminado y uno un pobre tipo tirado y rabioso mirando
desde lejos la jugada mágica, él sabe y sabía que iba
a capturar la pelota para puntearla hacia el arco,
con el arquero descolocado por la velocidad y por
la temeridad del último enganche.
Era el gol del desnivel, fue nuestro gol más gritado, o mejor dicho, el gol de Pablo.
Pablo Roa, soñador y pasivo, nos daba el triunfo a su manera.
Nos abrazamos todos en la culminación de algo que podría haberse llamado ‘Amistad’.


Braulio Musso

lunes, 1 de diciembre de 2008

Guardias.







Los Guardias golpean a alguien, un joven,
frente a mí a la entrada de la Biblioteca.
Largamente lo arrastran, cinco, seis personas.
Decido, tras un rato, dejar de mirar y subir a buscar mi libro
sin caer en la tentación del Intento de poesía.
Subjetivos nacemos, subjetivos moriremos.
Encuentro el libro en la misma ubicación de la última vez,
lo que no sé porqué me sorprende.
Soy el único que lo consulto pienso, el derecho a la exclusividad
también podrá ser perseguido...
Escribo esto en esta mesa de esta biblioteca, rodeado
de los contrastes de la Epoca:
Libros, extranjeros, cesantes, jóvenes estudiantes, golpizas miserables.
Hago el esfuerzo de leer y lo logro.
Cuando salga los guardias estarán en silencio o bromeando.
Aunque quizás hayan otros guardias, el relevo de los horarios.

Braulio Musso.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Otro Lado de Catafau









La primera temporada Catafauiana terminó con el Equipo eliminado por diferencia de gol
(o ‘gol average’ como dirían los Antiguos), sin poder pasar la fase de grupos (grupos de cinco o seis equipos).
De las tres temporadas donde el equipo compitió, sería nuestra mejor campaña, la primera.
Empuje y suerte de todo comienzo, la confianza supera a la inexperiencia.
La confianza superaba a la inexperiencia...
pero hacia el final de ese primer campeonato todos advertimos y tuvimos claros los defectos que nos dejaban sin variantes en casi todos los partidos.
Tratamos de engañarnos pensando que todo se solucionaba teniendo uno o dos cambios posibles (entraron un par de veces Mardones y Torrealba...), casi siempre saliendo Erranz.
No era eso.
Tampoco eran los goles que se comía Guille.
La verdad es que nos faltaba juego de mantención de la pelota en el medio para luego apurar o retrasar criteriosos y poder hilvanar correctamente desde el fondo.
Todo esto no lo hablábamos mucho, no éramos de recriminarnos ni dentro de la cancha ni una vez concluido el partido, lo que creo, en general, estaba bien.
Hablábamos sí, del campeonato chileno de fútbol, algo de música, poco de política.
Guille, como siempre, era formidable.
Era hincha de Cobresal, resabio infantil de las buenas campañas de los 80, la mítica Copa Libertadores del 85 contra los colombianos.
Sergio Salgado, tras volver de Colo-Colo, jugaba sus últimos años en su club de siempre.
Estamos en el 94.
Acuña ya no estaba y sucedía que un tal Brunelli perseguía a su técnico cuchillo en mano por la calle principal de El Salvador.
Guille era y es un fervoroso anticolocolino, lo que siempre me puso de excelente humor.
En música, nuestro hombre no era un tipo exigente ni rebuscado, o si se quiere,
era rebuscado, pero al revés.
Es decir, en lugar de sólo contentarse con escuchar a Scaramelli cuando no había más
remedio, como lo hacía el más común de los mortales sorprendido en una tienda o en una mala calle, él tenía entre sus pertenencias cassetes de tan extraño cantante, no sé si compositor.
El hit ‘Ramo de Flores’ es la banda sonora emocional de Guille en ese tiempo.
Esto era tan inconcebible como muchos otros fenómenos simplemente inexplicables.
En política, era lo que podría denominarse, un Primario Conservador en estado Bruto.
Hoy podría decirse que es un Conservador más izquierdista que varios que se dicen Ultra Izquierdistas.
Pero bueno, hablábamos de eso entre las clases, lo que quiere decir que su importancia no estará nunca plenamente aseverada.
Si hoy me acuerdo de su desdén hacia nuestra ‘poesía’, hacia nuestras ‘ideas’ a veces proclamadas con voz altisonante y ridícula, no sé,
me siento cómodo en ese desdén, como si hubiera prefigurado algo personal.
Moscovita Cea...
Bueno, Cea siempre fue más hermético.
Le gustaba y le gusta Católica, lo que es casi tan increíble como ser hincha de Cobresal.
O sea, entiendo que alguien de Casablanca sea hincha de Defensor Casablanca, se entiende, es coherente, es económico, es lo que tiene que ser, no hay cáncer al colon, o al menos, no se detecta, es mejor así en todo caso, sin diagnóstico.
Pero a los tipos que he conocido de Católica, con ese estadio escondido en barrios que no quieren ser verdaderamente habitados, con esa pseudo mafia apostólica talibana que dirige el club, no sé, ni siquiera es un martirio, es como ser parte de una secta invisible que enarbola puñales de Rocío.
Ser hincha de los que abandonaron Recoleta es ser un Esquimal Ciego que no puede comer Pescado porque es pecado.
Es algo así para mí, que no entiendo de esas cosas.
Siendo breve: no hablábamos de fútbol con Cea, ni siquiera burlándonos, porque lo de él era una ficción de equipo.
Una vez me vendió Wish de The Cure medianamente barato, disco que yo después tontamente regalé y siempre pienso en recuperar...
Rodrigo nunca ha creído en la Política, lo que en general creo que es acertado, pero no en lo particular.
Genovés Oggeris, Claudio, éramos de la U... eso lo dice casi todo.
Nos tragamos toda la decadente década de los 80 siendo niños, es decir: burlas.
El equipo daba pena y uno se inventaba campeonatos mundiales y nacionales en que la U campeonaba, en que Héctor Díaz o Raúl Díaz eran jugadores excepcionales.
Hoffens, Castec, goleadores que goleaban a Colo Colo...
Luis Rodríguez, Patricio Reyes, Puyol, Tincho Galvez...
Búfalo Poblete era alguien sobrehumano... con esos jugadores crecimos...
siempre sufriendo.
La U estaba tan mal que no la transmitían en directo ni por la radio.
Recuerdo que la U jugaba contra Vial, año 86, 85, no me acuerdo, lluvia torrencial.
Interrumpen la transmisión de Colo Colo porque había penal para Vial en Collao.
Viene el enlace, relato del penal: tapa el arquero de la U (Tejeda o Díaz?)
y Pellegrini con el rebote tranquilo en lugar de salir jugando (bueno, no sabía, nunca supo)
o tirarla al lateral, la manda coliflormente al córner...
Vuelve la transmisión a Santiago, nos salvamos mi Dios...
al menos una vez que la Suerte se apiade de nosotros Padre!
... pero llaman nuevamente sobre la marcha desde Concepción, exaltados.
Era la alarma de gol...
Desde el corner había surgido en la jugada siguiente un cabezazo y el gol de Vial.
Cosas así, toda una década... y uno niño siendo hincha...
Eso hasta el 88, segunda división.
Me acuerdo que se hablaba constantemente del cierre del club...
domingo a domingo una letanía triste... y el fervor alimentado...
Santa Laura los domingos... la U de fondo siempre...
Entonces desde el 92 hasta el 94 y luego el 95, justo en los últimos años de colegio para nosotros, la revancha fue tremenda, impensada, con Salas como un Vengador que redimía nuestras infancias en que recortábamos los suplementos deportivos con los triunfos de los Recalcitrantes Prepotentes Enemigos Ignorantes.
A Boggiano nunca le oí preferencias musicales... de política tibias cosas como que asesinar estaba mal... creo.
Erranz?
Qué equipo le gustaba?
Qué música escuchaba?
De qué tendencias políticas abjuraba?
Misterio...
como diría Madame Suzanne, Que En Paz Descanse, Gran Mujercita.

Braulio Musso

lunes, 17 de noviembre de 2008

Colón.







Tonteras maravillosas: a ratos leo al mismo Cristobal Colón
( a quien nunca me lo había imaginado con un lápiz o con una pluma escribiendo; bien sea dicho y reconocido que nunca había estimulado mucho mi imaginación).
Lo leo en sus relaciones sobre sus cuatro viajes hacia el llamado Nuevo Continente.
Leo bien contento:

‘Yo digo que las difamaciones de los disolutos me han hecho daño mientras que mis servicios no me han dado beneficio.
Es un mal ejemplo para el presente y para el avenir.
Yo juro que cantidad de hombres que han ido a las Américas no merecen el bautizo, ni a los ojos de Dios ni a los ojos del mundo, y ahora regresan con derechos.’

Sus descripciones sobre lo que le producen en el ánimo los árboles de la tierra descubierta,
lo que le provoca su contemplación emocionada, los cínicos las menospreciaban pues encubrirían las magras recolecciones iniciales de oro.
Qué importa!
Importa poco cuando eterno, el espíritu de nuestro capitán epistolar llega a escribir:

‘Yo he hablado así ahora, al encuentro de la difamación ruin, pero contra mi voluntad porque eso es algo que no debería guardarse en la memoria, aun fuera eso pensamiento’.



Braulio Musso

lunes, 10 de noviembre de 2008

Catafau: El Alma de Guille.






Escucho una canción que habla de los ‘Brillantes Arboles’ (tal vez el follaje del volumen)
y me pregunto:
En qué se convierte la excelencia de un Alma cuando se calza, repetidamente,
Guantes Fosforescentes o Rodilleras Innecesarias y Dudosas?
Por qué el Aguila Roja en el pecho era de Confianza Ilimitada
y no el símbolo adoptado del golpismo franquista?
Por qué la Gratitud es Fiesta Nostálgica y no Deuda?
Por qué todo eso se ligaba en Guille como una comedia resumiendo muchas otras cosas que vivíamos, sin presagiar su vigencia para Siempre, oh?
Los Brillantes Arboles parecen inexpresivos a veces, en los otoños de este mundo.
Parecen muertos, o dañados.
Me hacen pensar en todo lo que es diferente, pero no llego a imágenes, no alcanzo los ejemplos.
Es un estado afectivo, es una idea, extendida y sin velocidad, regular, una especie de
‘Como Siento Yo’.
Guille, nuestro arquero, se relaciona a todo esto, a esta prolongación.
Toda esta distancia nos hace llegar a ideas modestísimas, como tienen que ser las ideas, modestísimas.
Mientras estábamos con Guille, disfrutando las acciones que nos tocaban de su vida, vivíamos en su amistad.
Ahora, lejos, estamos llenos, repletos de preguntas hacia él.
Quisiéramos recordar en su presencia...
Sabemos también que si en el futuro le vemos de nuevo, no nos acordaremos de las preguntas, hablaremos nosotros con nuestras impetuosas ideas que no dejan espacio a lo Verdadero.
Vivimos la amistad ( la real amistad que llega pocas veces) mudos.
Al perderla queremos preguntar, queremos retrotraer lo superposición de voces.
Qué era vendarse los pies sino solamente vendarse los pies?
Qué era tirarle a las manos a Guille antes del inicio del partido, sino tirarle a la Fosforecencia Industrial de la goma de esos guantes?
En ese sentido, las acciones parecen ser el lujo de los objetos.
El renombrado Maestro Llamas decía que uno juega dentro de una cancha de fútbol de la manera que uno realmente es, que en ese momento uno muestra la verdadera índole personal.
Yo, para variar, estoy de acuerdo con eso.
Otros piensan que uno dentro de una cancha se trasforma, deja de ser el que es, es más, debe transformarse y debe de ser, obligatoriamente, otro.
Yo no le creo a esa pretensión de desdoblamiento.
Es decir, me gusta más la primera opción de confirmación creativa de lo que uno es.
En ese sentido, no hay disculpas posibles, no hay frenesí que no sea de uno mismo,
no hay derrota de los otros.
La corrección de Guille era La Corrección de Guille.
No hay desvaríos, no hay momentos que deban ser explicados posteriormente.
Es gol o no es gol, punto.
Mejor no hablar de los autogoles.


Braulio Musso.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Octavio.


Con la lectura de Octavio Paz me pasa lo mismo que con la de Ortega y Gasset: de haber escrito menos (cuánto?) y con una menor fe en las palabras, serían más amables.
Conferencistas, comentadores, al escribir deben haber tenido en mente al público que tendrían en frente.
Quizás el problema no es la cantidad de páginas por tema ni la fruición ni el sobajeo de las palabras, sino la cantidad de temas, la dispersión.
Si se me permite (‘...pero claro!’): su problema es la propensión a hacer la antropología de todo.
No es menos cierto que antropologizar rinde sus frutos, por ejemplo, al pensar sobre la literatura hispanoamericana o la religiosidad mexicana, pero no –nos parece- al hablar del arte surrealista o el teatro experimental.
Por otra parte, yo no sé lo que es, en estricto rigor, un blog.

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Braulio Musso

lunes, 27 de octubre de 2008

Catafau Y El Sparring Fantasma.


Manejamos una parte más bien ínfima de nuestros propios recuerdos.
Una parte ínfima de todo.
No sabemos bien por qué recontradiantre recordamos lo que finalmente recordamos. Desconocemos las motivaciones y las tramas no las vivimos como tramas sino como hechos, Ladrillos Y Frutas apilándose.
Pero he aquí que los recuerdos se producen, son reales y claros en nuestro cerebro.
A veces se refieren a personas hablándonos, palabras que iban al descanso del silencio anhelando el nuevo uso o El Olvido...
Hablo de recuerdos y no de sueños, aunque dormidos soñemos recreando nuestros recuerdos.
Recuerdo entonces ahora, esta vez, al ‘equipo’ que formaban rengueando compañeros de curso las tardes de los sábados, ‘equipo’ que servía de ‘sparring’ a Catafau cuando quedaba libre ‘del Campeonato’ y de maltratar a ‘Los Gloriosos’.
El antecedente de esos ‘entrenamientos’ con El Sparring Fantasma fue, indudablemente, la serie de enfrentamientos contra Dedes y Compañía, es decir, Traverso, Dedes mismo, un par de tíos y el padre de Daniel, Dedes, colocolinos recalcitrantes...
Daniel (quien en la tercera temporada integró Catafau con dudosísimos resultados) cayó siempre, tanto en las canchas del patio central del colegio como en Las Industrias, frente a Catafau (uno de los partidos Catafau lo jugó y lo ganó con cuatro por no llegada de Erranz... el padre de Dedes emitió aquella vez, epítetos de incomprensión profunda relacionados con el juego de enganche largo y pase rebuscado de su hijo).
El Sparring Fantasma comprendía una irregularísima formación que contaba con:
‘Protectores’ Cortés, ‘Futuro’ Mardones, ‘Termómetro’ Sepúlveda, ‘Desprolijidad’ Caro, ‘Corte Bacenica’ Torrealba, ‘Nazario’ Pabi, Iván ‘Sailor’, ‘Gallego’ Cisternas, ‘Habitante Suburbano’ Cerda, ‘Durmiente’ Palma, entre otros...
Tan selecto grupo no gozaba con la clase de Ed. Física y los problemas de motricidad no le eran absolutamente desconocidos, pero eran gente ‘buena’...
Con ellos se podía hablar ‘de un par de cosas’ y el ambiente que se formaba en los partidos era algo que podría caracterizarse de (como diría un amigo) ‘más que agradable’.
Los entrenamientos carecían de velocidad, de real exigencia, de lógica...
Habían hechos que se repetían en flagrante desproporción:
el pelotazo en zona genital de Cortés (en las circunstancias más rebuscadas, como cuando Dedes antes de comenzar el partido, irreflexivamente, de media vuelta y a quemarropa impactó la zona industrial y erógena de Luis, dejándole sin aire y maldiciendo en el suelo de baldosas grises, donde se reflejaban las risas descontroladas de los hipotéticos Camilleros y/o Paramédicos), los goles imperdibles que perdía aquél que tenía ‘Futuro’, pero poco Presente y escaso Pasado; el trote cansino, rebuscado, enervante, diagonal de Temperatura (lo que nos obligó a pedirle si su hermano menor podía asistir a los partidos en la ilusión de ganarle el puesto y dejarle eternamente en la banca), la aplastante falta de sentido del pase de Caro, el atolondramiento feliz de Torrealba, la zurda de mentira, pero esforzada de Pabi, el mutismo absoluto y risueño de Iván (hermano de Guille...), las trancadas ‘con papel de diario’ de Cisternas, el estilo hartero y cómico de Cerda al agazaparse como pretendido arquero, el semblante ido de Palma...
Contra ellos Catafau no ganaba en exigencia, pero sí en complacencia, ‘una cosa por otra’ nos dirían Los Veteranos Que Sí Vivieron.
Las canchas las ocupábamos gratis, había que llegar antes que los extraños scouts u otros ‘Jugos de Pelota’ tan afiebrados como Nosotros.
Eran los tiempos del reseñado Maestro Llamas, no se cobraba, no se cobraba por las canchas... él se paseaba zanjando cualquier disputa territorial... todo directo, hablado...
Luego, bajo la dirección de otros, se empezó a cobrar o a ocupar las canchas para Retiros u otro tipo de Salvación, el Colegio Era de Ellos.
Cambió el público, cambiaron las expectativas, no sé.
Catafau Y El Sparring Fantasma tuvieron su Tiempo y ese tiempo se me hace difícil no idealizarlo o, al menos, no distorsionarlo discreta, pero decisivamente en este otro tiempo donde estamos tan lejos, tan desconectados, tan vivos.
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Braulio Musso.

lunes, 20 de octubre de 2008

Ortega y Gasset.


Dice Ortega y Gasset en el capítulo quinto de su ‘España Invertebrada’:

‘Ahora bien: el error habitual, inveterado, en la elección de personas, la preferencia reiterada de lo ruin a lo selecto, es el síntoma más evidente de que no se quiere en verdad hacer nada, emprender nada, crear nada que perviva luego por sí mismo.’

‘Pervivir’, palabra poco usada, en mi entorno al menos.
Digo ‘Entorno’, pero uso con mayor frecuencia la expresión ‘alrededor’.
Expresión o palabra?

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Braulio Musso

lunes, 13 de octubre de 2008

Catafau Y El Glorioso Equipo de Profesores del Imlp.


Vuelvo a pensar en el equipo, en quienes formamos parte de él, en los detalles.
Le gano al propio olvido (que siempre tiene tantas ‘buenas’ razones de existir) y recuerdo emocionado:
lo que nos consolidó verdaderamente como grupo no fue tanto el campeonato de ex-alumnos ni los partidos contra los ‘buenos para la pelota’ del curso.
Lo que hizo de Catafau algo, Nosotros, fueron los partidos amistosos contra el Glorioso Equipo de Profesores del Colegio donde Los Prisioneros tocaron en sus inicios.
Es cierto: el Glorioso venía en picada, su época dorada (los 80) se había acabado, sus valores permanecían –en general, salvo Pedro Guzmán- , pero disminuidos en lo físico y en lo anímico ( como los penosos 70 de la U tras El Ballet ) .
Nunca hay demasiados cronistas (sí está lleno de electricistas): alguien debería arrimarse a contar la historia completa del Equipo Glorioso de Profesores de Baby-Fútbol del Imlp.
Yo sólo voy a opinar (desde fuera y sin todos los datos a la mano, como es sagrada costumbre) que hay un hecho a comienzos de los 90 que gatilla su decadencia:
sufriendo una lesión que le impide seguir siendo el portero, Carlos ‘Zaracho’ Inostroza se convierte en jugador de campo, las más de las veces como delantero.
Hay equipos que reaccionan bien a los cambios, otros se desmoronan y no hayan nunca más un patrón de juego. Nuestros VarioPintos Maestros entran en la segunda y terrible opción.
Alcancé a ver jugar a Carlos (lo tuteo pues luego fuimos colegas y ... Compañeros de Equipo...) en su puesto de origen: seguro de manos, llegaba bien arriba y abajo, jugaba más bien pegado a la línea límite del área lo que le permitía anticipar o apurar a los delanteros rivales.
Resumen: te transmitía seguridad, ‘ganaba partidos’.
Cuando él salió del arco, todo se descompaginó.
Es curioso: algo parecido nos pasó a Nosotros cuando Guille salió del arco (con la diferencia que Don Guillermo no mostró nunca un nivel solvente, pero bueno... ya llegaremos al caso de nuestro héroe que hoy pasa sus tardes gimoteando y ‘Tomando Onces’, arropado, en las Oficinas Del Poder).
Cuando nosotros comenzamos a enfrentarlos el 93-94, ellos jugaron con:
Arquero: Hector Farías, (Física).
Defensas: Lizandro Painemal (Química), Juan Rondón (Artes Plásticas, no Visuales)
Delanteros: Manuel Villavicencio (Q.E.P.D) (Historia) y el susodicho, Inostroza (Ed. Física).
Ellos competían en el Campeonato de Apoderados (del cual habían salido campeones varias veces en los 70 y 80s) y nosotros en aquel de los ex-alumnos.
Nosotros hacíamos esgrima de la siguiente manera: Guille al arco (guantes dudosos, en todo sentido), defensas Cea y Márquez, fantasmeando arriba, prendiendo chispitas y nunca antorchas, Erranz y Genovés Boggiano Oggero.
Los partidos, que habrán sido en total unos cinco o seis, los dominamos casi siempre y los ganamos todos.
No sé mis compañeros (nunca uno estaba, está o estará seguro de ellos) , pero yo admiraba especialmente a Villavicencio y en menor medida a Painemal y a Inostroza..
De hecho creo que la buena relación con el primero permitió la realización, a veces improvisada, de los partidos.
Y era justamente él aquel que nos ponía más problemas en el juego con su movilidad y su fuerza, su negativa -a veces rabiosa- a perder, su aprecio hacia sí mismo y hacia los suyos, su generosidad encubierta por la tosudez.
Queda para sonreirnos por siempre la jugada estratégica típica de Painemal: corner de Rondón o Inostroza y don Lizandro que comienza a correr desde atrás (casi desde la mitad de cancha y gritando...) para llegar a toda velocidad a cabecear.
El cabezazo siempre se produjo, la tapada de Don Guille no.
La jugada se repetía tres, cuatro veces por partido.
Era todo un espectáculo que uno se olvidaba de marcar.
En esos partidos, en el trámite de aquellos partidos, en el Bello Momento de esos desplazamientos, nuestra velocidad de tipos de 16 o 17 años superaba a lo que les quedaba de juego asociado a los Gloriosos.
También influía que Genovés Oggero era jugador de amistoso y no de partido oficial, así es que ahí hacía unos pocos goles que luego no había cómo anotara por los puntos.
El caso anecdótico era el del arquero de los Profesores, Farías: recién llegado al Colegio se estaba estrenando en esos partidos y a todas luces, no manejaba el puesto.
Atajaba con la cara, no ponía las manos; Erranz le disparó a quemarropa varias veces dejando, de manera dramática, enrojecidas las mejillas de Héctor, quién se retiró de los Glorias poco tiempo después por ese y otros motivos.
Jugábamos en el Gimnasio inaugurado el 86.
El piso de madera era resbalozo.
Jugábamos y yo miraba la luz que entraba por los angostos, pero numerosos ventanales.
Esos partidos y esos Gloriosos hicieron de Catafau Algo, Alguna Cosa, Nosotros.

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Braulio Musso.

lunes, 6 de octubre de 2008

Rolling Stones


En estos días de campo leo, por primera vez, a Octavio Paz; me parecen lucidos ensayos, escritos y pronunciados a mediados de los 70.
Ha marchado también un tocadiscos en largo desuso.
A la mitad de la primera cara del ‘Majestic…’ leo:

‘A veces sueño con una historia de la literatura hispanoamericana que nos contase esa vasta y múltiple aventura, casi siempre clandestina, de unos cuantos espíritus en el espacio móvil del lenguaje. La historia de nuestras letras nos consolaría un poco del desaliento que nos produce nuestra historia real’.

Por supuesto que me gusta esa pequeña esperanza dentro de la gran desesperanza.
El tono releva sobre todo de algo sano de alguien sano.
Por su parte, los parlantes del tocadisco no marchan del todo bien agregando chirridos que hacen la música mucho más preciosa, efímera y delicada.
Aún cuando la electricidad y sus dispositivos no nos sean más que misteriosos, rápidamente descubrimos que son los cables que unen los parlantes al tocadisco los dañados.
Qué fácil es estar triste! Qué facil estar alegre!
El viento a ratos mueve las puertas a falta del pasto que está demasiado corto.
No sé por qué de pronto recuerdo la Vega de Santiago de Chile, o más bien sus inmediaciones.
No es por la fruta.

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Braulio Musso

lunes, 29 de septiembre de 2008

Catafau comienza a perder.



Supongo que el factor físico es el fundamento de los reveses que comenzaron desde nuestro segundo partido oficial.
Lo extraño es que ese partido lo tengo confundido en mi memoria con muchas otras derrotas, no recuerdo detalles de él, lo que recuerdo es que perdimos por tres o cuatro goles claramente.
El dato biológico ineludible era que jugábamos contra ex-alumnos, en un campeonato de ex-alumnos, siendo aún tiernos alumnos.
Las bases lo permitían, Don José y Care’Poeta mediante, la integración de la comunidad u otras importantes abstracciones actuando.
Ahí comienzan buena parte de mis dudas: formamos el equipo por ese campeonato o el equipo ya estaba formado?
La camiseta fue blanca o azul o algo cercano a la gloriosa negra de la segunda temporada?
El nombre Catafau fue un producto salival entre Genovés Boggiano y
Moscovita Cea?
El hecho tangible es que a nivel del curso jugábamos contra el equipo de ‘los buenos para la pelota’ en el marco del ramo de Ed. Física, casi siempre resultando vencedores.
Cuando se hacían las selecciones del curso para jugar contra otros dentro y fuera del colegio, rara vez nos tomaban en cuenta.
A lo más, me llamaban a mí, por nivel o por haber estado en la Escuela de Fútbol del colegio.
Yo pienso que esa era un poco nuestra identidad: sin ser ‘buenos’ para la pelota, funcionábamos, no éramos estrellas y nos importaba el partido y su resultado.
Eramos ‘jugo de pelota’.
A mi siempre me han irritado esos equipos de jugadores individualistas y falsamente virtuosos, esos tipos que no saben entregar la pelota y que parecen jugar solos, para bien y para mal.
Son los nihilistas del fútbol y nunca han leido a Federico El De Madre Polaca.
Yo, prefiero los equipos sacrificados, donde todo cuesta y donde es mejor perder buscando un gol en que todos la tocan (hacia adelante y rápido) que donde hay un tipo o dos que no entregan la pelota y se empecinan en un egoísmo muchas veces frustrante para el resto.
Por eso y hablando en general, prefiero mil veces el estilo no tan virtuoso, esforzado, de los argentinos que la facilidad arrogante y lúdica de los brasileños.
Nosotros no éramos ni del río plateado ni de la amazonía, los partidos se jugaban en San Miguel.
Eramos más pequeños, menos fuertes y más ingenuos que la mayoría de nuestros rivales.
Nos costaba hacer el primer gol y al ir a tratar de igualar o descontar nos pillaban de contra, todo un clásico.
Lo que me gustaba era una cierta tranquilidad que teníamos frente a los que nos sobrepasaban.
Nos hablábamos poco, pero bien en el transcurso del partido.
Rara vez experimentábamos con cambios experimentales de posiciones, era lo que había y no teníamos ni un cambio.
Luego, en el segundo campeonato ( o hacia el final del primero?), existía la variante de Roa.
Teníamos un estilo y no era el de la histeria.

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Braulio Musso.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Viejos púgiles.


En cuanto cantidad, hay dos maneras de escribir: a borbotones o como los viejos púgiles que se empeñaban en no perder golpes.
Los escritores que más admiro se acercan más a la segunda manera.
Sin embargo, escribir sobre esto, aun sea una línea, es actuar conforme a la primera.
Escribir sobre la escritura es casi siempre arrumbar palabras inútilmente.
Eso, claro, en el supuesto de pertenecer a los escritores profesionales, quienes tienen a su haber libros impresos, numerados y traficables.
Sin embargo, te invoco y te interrogo San Eulogio, Protector de los Inclaudicables Ingenuos:
Cuál es el estatus literario del formato computacional del blog?
Que las plegarias te impidan responder: ‘Ninguno’.
......
Braulio Musso

lunes, 15 de septiembre de 2008

Catafau: El Primer Triunfo fue un Espejismo.




El equipo se paraba y trastabillaba con Guille al arco (sí, él, al arco, en serio). En defensa, indistintamente recostados por izquierda o por derecha como dos buenos centrales, Cea y Márquez.
En el medio supuestamente de enganche (...) Erranz correteando y... arriba, nominalmente... de puntero... (sic)... Boggiano.
El esquema la verdad es que adolecía de problemas individuales de ejecución, pero más grave aún, no alcanzaba a ser un esquema.
Era sólo un posicionamiento... casi no habían funciones, no habían jugadas preparadas al avance.
Lo que sí habían eran incertidumbres.
Como se jugaba con un tipo al medio y otro arriba (por cierto, estamos hablando de baby-fútbol), siempre uno de los defensas debía subir a generar alguna jugada... casi siempre era yo... a veces con éxito y a veces con el resultado de un gol en contra.
Cea nos daba la ilusión de su altura y al menos no era de esos defensas que te sorprenden con errores infantiles inexplicables.
Tampoco se le íba a pedir que nos aclarara gambeteando un partido trabado, algo de las peras y de los olmos.
Bueno, arriba, sobre este chico Boggiano, podemos preguntarnos: es que era de aquellos de apilar jugadores o era más bien alguien que debía ser habilitado con mucha ventaja para que anotara?
Yo tengo mi opinión completamentamente formada a ese respecto.
Bueno, había que dejarlo solo, pero ojo: no era lento, pero tampoco era rápido...
Aún cuando me gritaban ‘baja de la motito’ al proyectarme por el lado opuesto al de Boggiano, ese arranque era una respuesta a la no respuesta a la hora de crear juego al medio o arriba.
A veces mi arranque partía desde bien arriba pisando el área contraria y sólo necesitaba esquivar a alguien para quedar con opción de tirar.
Recuerdo que en nuestro primer partido oficial (que ganamos, constituyendo un enorme espejismo para nosotros y para los organizadores del campeonato, no así para nuestros padres) quedamos tempranamente arriba con dos jugadas de esa índole: eché a correr la pelota abriéndome hacia la derecha para entrar al área sacándome a un mastodonte añoso y quedar con posibilidad de tiro con la derecha (la pierna): dos cero en dos jugadas calcadas recién iniciados.
Pero eso no era ni sería frecuente, pues jugábamos más preocupados de no equivocarnos atrás (Guille) y no quedábamos frecuentemente con varios hombres en ataque.
Lo de este... personaje, Erranz, era todo o nada.
Físico, no dosificaba, le faltaba la jugada precisa, le sobraba el correteo, pero lamentablemente no era un correteo táctico, era... correr y pinchar balones, en el mejor de los casos.
Al quedar náufrago arriba este genovés Boggiano, y me lo pregunto en el nombre de sus desconsolados y venerables padres, qué hacía?
Bajaba a cooperar, trataba de unirse a Erranz?
Yo tengo mi opinión completamentamente formada a ese respecto.
Se quedaba escondido contra una de las líneas!
Ni siquiera estoy seguro que haya bajado a cooperar en los corner en contra.
No recuerdo haberlo visto correr en actitud de sacrificio, era como un trotecito entrecortado, parecido a una mímica temblorosa que se hace frente al director del colegio cuando pequeño llegas atrasado.
Era un goleador que no hacía goles.
Ya el segundo partido de aquel campeonato de 1994 nos abofetearía la cara y comenzaría el lumbago eterno de Guille.
El espejismo del triunfo fue letal.
Pero esa es historia para otra entrega.

Braulio Musso.

lunes, 8 de septiembre de 2008

José Antonio Llamas.



Visité a don José Antonio Llamas una sola vez tras su retiro de la vida escolar (antes no había necesidad pues él siempre estaba al alcance de la vista o de la palabra, extrañamente dispuesto sin estar en el centro).
Aquella mañana hace alrededor tres años me sorprendí escuchándole hablar -en medio del trance de retiro que otros habían decidido sin él- sobre sí mismo y no sobre los campeonatos o sus alumnos o sobre la inexistencia física del frío (‘es una sensación de uno, no existe fuera de uno, no existe en el medioambiente’).
El siempre había sido una figura que una parte de mi persona insistía en admirar, sin palabras, incluso en sueños. Lo admiraba aún cuando, alumno de básica, me sumaba a las risas y burlas que se le dirigían por ser bueno, ingenuo, distinto.
Si el asunto se trata de recuerdos, tengo uno que resume a todos los otros: siete y media de la mañana o más, hasta el límite de las ocho, Ochagavía con Panamericana, don José en su bicicleta pasando entre los autos a veces atascados, pasando también al lado del de mi padre (el Fiat que luego fue chocado), quien me llevaba desde Maipú hacia el colegio de la Gran Avenida.
Más lateralmente, cada cierto tiempo algo en mí insiste en recordar la vez que por la rama de fútbol del colegio (la que me confirió parte de mi sociabilidad femeninamente exigente) viajamos a San Antonio por un fin de semana (ganamos comodamente, pero sin brillar).
El sábado en la noche debíamos visitar la planta industrial o las dependencias de la armada o ambas.
Caminamos a las nueve de la noche en invierno desde la plaza de Llo-lleo hasta aquel lugar, pero los tipos no tenían anotada en sus planillas tal extraña visita: un viejo español nacido en León y diez ‘alumnos’. Y ahí surge el recuerdo en toda su claridad, la actitud de don José: sin protestar nos dice que de todas maneras estuvo bien caminar a esa hora por ese desolado escenario post-industrial, la misma actitud cuando insistía de no reclamarle a los árbitros (‘ya cobró, ya fue, para qué seguir?’).
A fin de cuentas él no veía problemas donde los demás sí. El los veía en otros asuntos y, en todo caso, no como verdaderos problemas.
Recuerdo que nos llevó a jugar a la José María Caro, contra el parecer de un par de padres que no dejaron ir a sus hijos por el ‘peligro’ que los acecharía.
Recuerdo su irritación (enorme, pero razonada, moral) al hablar de la decisión de los colegios del barrio alto y de la universidad católica de no ‘bajar’ a San Miguel a jugar los partidos de vuelta contra nosotros. Perdían los puntos, no querían utilizar el metro, nadie sabía, pero ‘es culpa de los técnicos, de los directores, de los profesores de educación física, no de los alumnos’.
Hicimos de local durante años en la cancha de tierra al costado de la cancha principal donde hoy juega Palestino, en La Cisterna (donde jugamos sólo una vez perdiendo contra Barrabases uno a cero). Nunca se nos perdió una mochila, habían padres que vendían panqueques fríos y se les veía sonreír. No idealizo, era así, y no se me olvida pues no vi muchas cosas así después.
Tras salir del colegio, en los extraños años de la universidad, una vez lo encontré sentado esperando el comienzo de un film en el centro Montecarmelo, al lado del río Mapocho.
Le pregunté por el colegio pues nunca me sentí aprisionado en él. Sé que otros no se sintieron tan bien como yo en el colegio, pero no me puedo figurar sus experiencias.
No recuerdo qué me comentó, no mucho, todo seguía igual de bien y un poco menos mal.
Luego hice clases y fui colega de Don José. Su máquina de escribir seguía estando a un costado en la sala de profesores. Con ella tecleaba las circulares para los permisos, giras y campeonatos de las ramas deportivas mientras a veces yo leía el diario o corregía pruebas o utilizaba el solo computador alguna tarde de las semanas que se iban. La rama de fútbol ya no era lo que había sido, o a mí me gustaba pensar eso.
Pienso en él ahora pues lo recuerdo con una frecuencia que me sorprende.
Lo mejor es que no hay final pues él sigue vivo, no sé dónde tras su ‘alejamiento’, pero algo de su traza debe mantenerse incólume, por siempre.

Braulio Musso.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Enrique Zañartu


Encuentro revistas culturales de la universidad de Chile de los años 60 (más precisamente ‘El Boletín de la Universidad de Chile’) en la casa de campo de la viuda francesa de un pintor chileno.
Ediciones modestas, llenas de esperanza, no sé si demasiado valiosas en relación a la calidad de cada artículo, pero ahí está Vargas Llosa hablando de los prejuicios sudamericanos contra el escritor sudamericano que vive en Europa o Miguel Castillo Didier traduciendo a un poeta griego que ‘aún debe estar encarcelado’.
Se habla de los proyectos de los ingenieros de la RFA, de los poetas de la RDA.
Me son ofrecidas las que yo quiera, las revistas.
En una de ellas, hacia el final, la carta renuncia del rector, año 69, se comprende.
No están humedecidas ni maltrechas.
De aceptarlas, indicio de nostalgia desesperada o creativa?
Al menos estoy escribiendo sobre ellas mientras las nubes se desplazan hacia una lluvia improbable.
Por primera vez y de corrido escucho de Pink Floyd ‘A Momentary Lapse…’, del 87.
Demasiado tarde?
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Braulio Musso.

jueves, 28 de agosto de 2008

EDITORIAL




Enorme Catafau, Inmenso Guille.


Es cierto lo que me dices capullito, mientras se deshiela modernamente el blanco refrigerador: es infantil seguir recordando la época en que Guille y el resto jugamos en Catafau.
Es infantil y quizás idiota, claro, perfecto, entendido, todos sabemos los nombres de todos los emperadores romanos y sus dietas, seguro.
Además y no es menor, existe la duda razonble si existió o si existe, alguien aparte de nosotros -los propios jugadores de Catafau- que recuerde al equipo, cualquier cosa, su camiseta siempre negra, el pantalón mayormente azul, las calcetas optativas, detalles al fin y al cabo!, cualquier cosita, la fosforecencia de las manos enguantadas de Guille, el portero, el núcleo... místico.
Quizás los árbitros de los pocos campeonatos en que alcanzamos a participar se despierten mañana recordando cosas de nosotros porque sí, quién cresta sabe?, cosas extrañas, por qué no?, rebotes o palabras absurdas, pues qué recuerda un árbitro de los partidos sino absurdos y cosas olvidadas por todo el resto, especialmente por los jugadores?
Todo un campo a explorar: la psicología arbitral…
Por supuesto, el equipito nuestro perdió más que empató o ganó.
Sería interesante tener las estadísticas exactas, trabajo de utilería.
Sería interesante para otros, no para nosotros ‘los Encarnados’.
Yo cada cierto tiempo me pregunto si nos hicimos amigos dentro de la cancha o lo éramos antes de formar el equipo.
Ciertamente desconocidos no éramos, pero nunca tuvimos una de esas amistades de conversar y conversar.
Tampoco vivimos cosas juntos aparte del equipo, quizás teníamos puntos de vista no tan incompatibles.
Sí éramos compañeros de curso, pero…bueno, el fútbol es el fútbol, especialmente cuando es baby-fútbol….
Este blog está hecho para hablar de Catafau, equipo formado en torno a su arquero Guille.
A partir de eso, los distintos corresponsales destacados en diferentes puntos del orbe escribirán de lo que les plazca, al menos una vez cada semana.
Eso sí: siempre se escribirá intentando mantener un tono acorde al tono tutelar de quien da nombre al blog, hombre ante todo sencillo, sin asperezas, sin genuflexiones, quien nos hace pensar y danzar en torno a la frase bendita que nos inspira: El Mundo es un Guille.

Braulio Musso.