lunes, 25 de mayo de 2009

Un papel que servía para otra cosa







Jugueteo lejos de las instancias decisivas.
Encuentro una frase escrita hace un tiempo, en un papel que servía para otra cosa:

‘Hay que desconfiar de los Buenos Diccionarios,
de quienes los compran, no de quienes los roban’.

Si tiene algún mérito como frase, no es menos cierto que ese valor no es más que ingenio, es decir, es casi nada, prácticamente nada.
Es justamente, creo... representa exactamente para mí, la diferencia entre ingenio y Poesía.
Es también como la música ingeniosa, pero que no emociona.
Como la diferencia entre Marc Ribot y John Scofield, por ejemplo, para mí.
Entre Sonic Youth y Beck.
Son caminos diferentes, búsquedas legítimas donde nosotros preferimos claramente una de las alternativas sin necesidad de destruir la otra. Bueno, cómo podríamos destruirla en todo caso?
No hablo, obviamente, de sensiblería ni de lagrimones, sino de emociones y sentimientos cabales, enteros, reales.
Lo que diferencia entonces a la verdadera Poesía del resto de las manifestaciones literarias es... el desdén continuo hacia la esgrima facilista del señorito Ingenio.
Un abandono también, a grandes rasgos, de la dependencia de la técnica y de la obligación de sorprender.
Es cierto que todo puede aceptarse como algo perteneciente al lenguaje de cada quien.
Pero no es tan fácil como parece.
Frecuentemente los grandes poetas han tenido mucho ingenio, mucha facilidad para juguetear con las pronunciaciones, mucha gracilidad para movilizar ‘Idiota Viento’ o ‘Viento Idiota’.
Pero han sido justamente verdaderos poetas, es decir grandes poetas (es la sola manera), debido a su obstinada lucha contra el esotérico ingenio.
Pasa a ser parte de sus vidas cotidianas pues se niegan de cierta manera a trabajar con sus propios útiles de trabajo, las palabras.
Eso no es nada gracioso, nada fácil de sobrellevar, no es fácil abstenerse y menos abstenerse de hablar y de escribir.
Obviamente ese estado es sin llegar al silencio total, pero sí circundándolo consistentemente.
Como un contador que utilizara poco los dígitos, que no se perdiera en sutilezas repetitivas.
Quizás por eso, en general, pienso, han escrito poco, no dejándose embaucar por las curiosas fonías que se pueden crear.
Han buscado cierta claridad, cierta simplicidad, que la verdad, es difícil establecer de una vez por todas, pero en sus obras se encuentra y no hay más.
Oficio de vagabundos, como decía un gran poeta chileno.

Braulio Musso

lunes, 18 de mayo de 2009

Plaza Zañartu







Por supuesto Plaza Zañartu: sólo tarde comprendí tu importancia.
Importancia personal en todo caso, por supuesto, como siempre.
Hoy estoy en el planeta del Por Supuesto, ja.
Comprender tarde tiene el inconveniente que estamos expuestos a la graciosa, pero cansadora idealización.
No hay remedio, así funciona este pequeño psiquismo en esta clase de secuencias.
De todas maneras no hay problema con el anacronismo, pues como dice un gran viejo francés que alguien me ha dicho que es demasiado ‘antiguo’, el organismo propio y la vida misma nos impiden desinteresarnos de la efectiva actualidad.
Se puede recordar y chochear todo lo que se quiera, pero el resorte vital no nos deja elección: presente-futuro, realidad y promesas omnipresentes.
Así, Plaza Zañartu, desde esta franja desviada de la labor inmediata, recobro un poco de tu pasto, de la agencia Polla Gol a tu costado en pleno verano, de la panadería ‘Las Rias’, su dueña en la caja, del kioskero maratonista que sabe que eres el hijo de..., del extinto recorrido Pedro de Valdivia-Blanqueado, buses de color verde y azul...
No hay aventuras, los personajes son prácticamente anónimos, no hay casi frases, más bien hay una rutina para los que viven o trabajan en ella.
Y para mí hay una visión donde nunca nos sentimos enteramente desenvueltos, lo cual paradójicamente hay que agradecer, lo que viene a significar, finalmente, que somos espectadores no reconocidos de lo que allí se vive.
Además miramos desde una esquina, protegidos.
Tal como hay mecanismos infalibles para soñar, el mecanismo infalible para ‘provocar’ recuerdos es ese: mirar desde las esquinas, mirar de visita.
Plaza Zañartu: nunca tendrás ‘poemas’ y quizás es mejor así, pero permites seguir hacia la Cordillera o comenzar a bajar hacia el Mar, dejas llegar al Estadio o ir a buscar hacia el Sur a familiares que no nos esperan un jueves a las cinco de la tarde cuando todos trabajan y son importantes luchando por el bienestar de sus hijos.
Plaza Zañartu: la suma de tus defectos pronto será promulgada por los arquitectos que salen de la cesantía con una energía de carpeta.
Ellos tendrán razón de nuevo y sólo Jorge Arcos hará una mueca de valentía o de insensatez.
Pero qué pueden los rostros reales contra los informes reales?
A veces hay luchas que acontecen muy tarde.

Braulio Musso

lunes, 11 de mayo de 2009

Ramiro






Vamos con Ramiro a ver ‘Tonta Pava’, de reciente y dudosísimo estreno.
Bueno, casi todo lo nuevo es dudoso, aunque no sé si dudosísimo.
Yo al menos, fui sobre todo, no tanto porque me pagaran la entrada ni porque la sala quede en un barrio desratizado sino porque siempre Ramiro nos ha dicho que pasan cosas extrañas cuando él va al cine, desde peleas entre pandillas letradas hasta chistes con las ancianas que retan a los policías que no sonrien.
Esta vez el cine estaba más limpio que de costumbre y se podía llegar sin golpes de axilas por el pasillo.
Eso no se lo comenté a nadie en medio de la proyección, pero pienso que es de las cosas más importantes ocurridas en el último tiempo.
Debí haber alzado la voz en ese momento, siempre lo mismo... acciones que solo a posteriori juzgamos pertinentes o justas.
Al contrario, poco que decir del film, nada la verdad.
El camarógrafo estaba temblando todo el rato y nunca alcanzaba a los actores.
Leí en un folleto de tres páginas que eso, ese ‘estilo’, quiere expresar una idea del director... no recuerdo cuál.
Supongo que lo fragmentario de la verdad o una cosa por el estilo, lindo.
Lo más decepcionante es que no ocurrió nada de lo prometido por nuestro amigo, ninguna pimienta.
Ni patrullas incendiadas ni jubilados lascivos mirando pasar transeúntes de almidones eróticos, nada.
Y lo extraño es que él no se sintió en deuda frente a nosotros, ni una explicación o un lamento, él vive en su mundo la verdad... bueno, como todos nosotros no más.

Braulio Musso

lunes, 4 de mayo de 2009

Las vacas francesas








Encuentro un papelito donde hace mucho había escrito: ‘Hay cosas que tienen el único mérito de ser recordadas, pero no de ser narradas’.
Me parece tan obvia como idea que me cuesta pensar algo a partir de ella.
Mientras, en la televisión muestran la feria anual de la agricultura en París.
Por una semana todos admiran ese tipo de vida y hablan de vacas, fardos y el orgullo de las tradiciones francesas, las cuales serían propias de un tiempo campestre.
Lo que me indigna de este festín es que nadie habla de las veinte centrales atómicas esparcidas por casi todo el territorio ‘metropolitano’, fenómeno que hace infame el pretender que este país llamado Francia sea ‘ecológico’ o ‘agrícola’.
O una cosa o la otra.
Hace poco escribí un intento de poema que me dejó bastante satisfecho, donde decía en dos renglones, con voz solemne y aguardentosa:

‘Todo país debe acabarse,
Todo país va a existir siempre’.

Recuerdo y anoto esto aquí como clave supuestamente enigmática, la cual busca hacer parecer como que no me enfado hasta las groserías con los mitos que crean los franceses ( que no son todos, pero... son algunos) sobre sí mismos.
Allá ellos...
Acariciando sus vacas y dando disertaciones sobre la lactosa y La Marsellesa.
Lo peor es que en este país se hacen libros por cualquier cosa.
Tras esta feria, van a salir mínimo treinta libros sobre la Francia Campestre del Innombrable.
Sea.
Amén.

Braulio Musso