lunes, 24 de octubre de 2011

No sólo preferidos




Mueren los artistas amados y no sólo preferidos.
Pero cosa buena, en sus obras esa realidad ya estaba insinuada, no como profecía biológica sino como amor por los hijos bastardos, amor por los bromistas y por los ladrones manuales, amor y condescendencia.
Decir ahora que era eso lo que rondaba la propia cabeza al cruzar ciudades extrañas sería inapropiado y ampuloso, falso.
Esas visiones, finalmente, son recorrer la aceptación personal de la muerte, sin abstracciones, es decir, sin dramatismo.
Artistas que al ser tanta vida ya saludaban irónicos al fin de ellos y al de sus oyentes imaginarios.
Inabarcables espíritus, cómo flotaban aceptando tecnología, química y ropas, desprendiéndose y quedándose, pegándose y riendo, sabiendo, sabiendo, entendiendo y aceptando, aceptando, aceptando sin decirlo, sin poses o con el mínimo de ellas.
Ahora es vergonzoso reivindicar cosas como la albahaca y los Teletraks, es como propaganda chatarra. Entonces lo que hay que hacer es vivir esas cosas, quedarse en ellas, no representarlas o representarlas en el relieve de sus límites.
Es como la filosofía, libremente considerada a partir de una idea pascaliana: la filosofía sólo es practicada realmente, o mejor, sólo puede aparecer breve y tenuemente en algunas vidas, desde la toma de consideración política de su no importancia, de su irrealidad, de sus problemas y no de sus supuestas pálidas virtudes.
Bueno, Pascal decía algo así como que el verdadero filosofar comienza al mofarnos de la filosofía.
Es decir, cuando desenvueltos vemos su porción de pequeñez, de irrelevancia, de vacuidad.
Es corrosiva esa idea si se le lleva a la acción, puede confundirse con la igualación de la cantidad cero y de la cantidad 0,1.
En verdad en ese tema: siempre hay que bracear y remontar contra la corriente.
Bracear y remontar sí, pero sólo en el caso de estar de acuerdo con lo anterior. Pero si juzgamos a partir de los discursos y de los hechos 'intelectuales', casi nadie lo está y es bueno supongo que pocos lo estén.
El trayecto entre la idea textual de Pascal y mi idea arriba es la muestra de cómo desviarse, torcerse, en fin.
Es la muestra de cómo van ganando los 'no importa', idea vivida y expresada en la terminación de muchas frases, de muchas divagaciones, cotidianas casi todas. Se van multiplicando vertiginosamente los 'no importa', pero por suerte las cosas importantes no son estadística.
Dejar de creer en hartas cosas en las que se creía. Dejar de creer y no saber qué significa en la práctica ese cambio. Dejar de creer gradualmente, aumentar el desconocimiento, mantener la afectividad... Llegar, por ejemplo, a considerar sobrevalorada a la Universidad como instancia humana no sabiendo qué significa esa consideración en la práctica.
Esa es la encrucijada tonta de todo esto: vivir es callarse, si no totalmente, cada vez más, sin vuelta.
Una vez que se comienza a escribir sobre ello, hay festejo de todos esos aspectos y paradoja del silencio.
Asumirlo es no escribir más pedanterías sobre por qué se escribe. Es asumir que se escribe porque se escribe y no se escribe porque no se escribe.
Es poco, pero es mucho, no todo, pero harto. Así se llega a no tener estilo porque 'no importa'; el no estilo como planta que crece sin regarla (examinarla).
La falta de estilo: alguien que se inventa la función de los limones que no dan jugo.
Tocar al limonero realmente con las manos y el sol: centro del no estilo.