viernes, 24 de mayo de 2013


El tipo de movimiento















Algo que se puede hacer y que hice: mover el tronco hacia adelante y atrás durante los cuatro minutos y algo de When I paint my masterpiece, en la versión esta vez de The Band.

Hace bien y permite recordar el tipo de movimiento de las plegarias en Tanger.
La música occidental y la religión lejana de allá se encuentran en Maipú, tal vez.
La otra noche me vi en medio de una multitud que venía en sentido inverso.
Cantaban, reían, bebían, se besaban, los miré contento.
Los autos se daban la vuelta, el tránsito se cortó no sé bien cuánto rato, quedó desolada la explanada donde todos habían estado minutos atrás.
Vi a la gente reír, reír!, pensé: si uno ve algo luego tiene la posibilidad de hacer lo mismo.
Esa noche no esperé nada, pero a la mañana siguiente el camino de tierra, el único que queda cerca del centro del pueblo, parecía decir algo desde cada centímetro de su maicillo.
La verdad es que nunca estuve en edad de descifrar nada, pero hoy menos.
Y eso es quizás curioso, quizás obvio: al no poder descifrar ni a la primera, ni a la segunda ni a la tercera, justamente, uno deja de pensar completamente y se pone a mirar, a mirar casi orgánicamente.
Por eso los fragmentos del maicillo se vuelven tan reales, que casi saltan a los ojos desde el suelo.
Por eso me demoré tanto en encontrar al vendedor de dulces más baratos del pueblo.
Por eso pensé cosas que olvidé.
Por eso dejé de pensar en mí mismo, a ratos.
Pensé en la entrada de los hoteles, en lo que se siente buscar un hotel y no encontrarlo a las dos de la mañana en una ciudad al otro lado del mundo, eso queda en uno, sí.
En las aves que mueren al caer entre dos camiones, en los bautismos donde llora alguien ajeno a la familia, en la iglesia que es limpiada por la mujer del panteonero y en los ataúdes vacíos y apilados contra las murallas en la funeraria.
En el alcohol que salva a personas de carne y hueso, en la academia de los bellos exiliados, en las aceitunas de los amigos, en el dolor de los hijos, en el dolor de ser hijo, en el dolor y la alegría de ser hermano, en el pasto del medio de las canchas, en el avión que salva vidas, en el pintor que quiere ser el peor pintor, en la calle de nombre extranjero, en la tarjeta que se mira sin ser usada, en la mesa regalada, en el poeta llorando, en el poeta resumen de toda la humanidad, en la poetisa envidiosa, en el examen de mi posible envidia, en la posibilidad de romper otros mesones, en el saludo del señor de noventa años al tipo de treinta y cinco, en la sexualidad benefactora, en Freud comiendo un pastel de anís, en los ramos santos, en la noche inmensa, en el día.