viernes, 3 de julio de 2015

Del encuentro rápido con amigos surgen y salen a flote ideas que no creíamos tener, una película escándalo no nos escandaliza si no que nos hace pensar en ser aún más caseros y más tacaños, menos espaciales. Se muere la gente que conociste, hay fútbol, cocinar no es egoísmo puro, mataron a De Negri en un día como hoy. De esta mañana en que El Rostro parece más joven y el despertar es emocionante, parten rayos, en este momento en que estás viva, viva en la oscuridad, y te sumas distinta a la gente en los buses y en los almacenes, te agregas, no los rechazas, Bella. O la dificultad para hablar de Verano de Coetzee, un ladrillito que marca el año, oh extraña alegría. He ahí un par de verdades que superan lo provisorio. El amarillo puente de fierro en el calendario remarca el territorio posible desde aquí. Algunas personas parecen hablarte y hacerte guiños desde el fondo de un par de libros, no te vendiste si no lo justo y necesario, he ahí un pequeño dilema. Obreros (¡obreros...! ¡oh!) van al cerro a talar madera por quienes juegan a analizar en público este tipo de sociedad, al agua van los números del bingo de todos ellos y de sus hijos privilegiados, ¡no alcanzarán a engañarme!. Lo prometo. La voz aguda del que canta las secuencias, sus números falsos, no es como en las carreras de caballo, siempre más bajas, siempre un poco más puras. El relato se ha disuelto, pero el Amor subyace, El Rostro se impone, brilla Coetzee, estamos juntos. Nunca moriré sin haber creído al menos hacer un par de cosas. Calle san Diego escrita en una pantalla.