jueves, 1 de octubre de 2015

¿Y si hubo quien vio el partido en la plaza Lubyanka, sin poder disponer de su castellano con los gerentes rusos, los elefantes que no mencionaban a los mamuts? No hubo maní ni boato (la palabra mamut en boca de tu hijo, Memoria y Prehistoria), el desconsuelo fluctuando y las palabras sumergidas. De él no dependía el futuro del cine soviético ni mucho menos, pero... y su estómago: ¿cómo evolucionó en los minutos siguientes, gasificación anímica? Flotando en un tiempo real logrado en alcohol para pertenecer a la especie, corrió una silla para no jugar con sus dedos y así notificar la desazón de estar lejos de cualquier corazón. Acariciaba el mantel eso sí, vivir en una capital ajena pensó, mierda... imaginó documentales sobre guerrilleros futurísticos deseando escuchar ópera. Hipocresía y Diplomacia como signo óptimo de respeto del Pobre Inmigrante hacia El Pueblo Imperial que recibe, se retrucó a sí mismo. Y siguió: si conocen tu risa, que ignoren tu llanto. Comenzaste bien en esta vida sin refugiarte en el dibujo, valiente de una manera condescendiente y alejada. Los Extrovertidos del Bloc te veían pasar, pero no en manada. Hay cosas que si se tratan bien, hablan por ti. Quien sentado respiraba así tenía un hijo (Mamut, mamut) y otro estaba en camino, inútil gritarlo entre el humo de las cacerolitas que a ratos remecían, al llegar, las mesas vecinas. ¿No es así como nos pasa a todos?, pensó. No, no es así, pensaría un tramoyista.