Máquinas de escribir
Frases, frases, amontonadas.
Ya no quiero dudar más de ellas, o más bien, no quisiera seguir dudando de ellas, pues igual lo voy a hacer, ayayay, qué manías indecorosas!
Proyectos de silencio, carpetas de aire, imposibles... difíciles.
Es mejor la risa.
Siempre estará a la orden del día hacerlo, dudar.
Como ejercicio, bien.
Como amargura de literato no reconocido, no tomado en cuenta, una tontería.
A ratos leo esos alegatos, esas dudas, esas incomprensiones... bueno, dejen de escribir entonces, punto.
O van a obligar que los lean?
No, no es cierto?
Ya ni voy a pensar en todo eso.
Los teclados de todos estos computadores a disposición, claramente encendidos frente a nosotros...
Contraste bucólico, constatación inservible: las antiguas máquinas de escribir no necesitan ser encendidas.
Digo esto último pues echo de menos, levemente, la independencia de las últimas.
Un tiempo, ja, cuidé y utilicé una, pesadísima para mis ‘músculos’ laterales.
Importancia de ello?
Silencio.
Recuerdo, entiende, escucha: no eres impune, fíjate, anímate, es claro, ciertamente, se gasta luz, represas y centrales atómicas, gente es desarraigada, gente es envenenada, no es broma, no.
Veo fotos también.
De nuevo?
Sí, qué otra cosa puedo hacer?
Por ejemplo, el teatro me entrega el ánimo de ‘verguenza ajena’.
Además la cercanía entre los comediantes y el público es molesta, llena de saliva y de ruidos, mejor una pantalla curva.
Qué le ocurre a un actor cuando en esa relación morbosa, atisba a un espectador comiendo un tuto de pollo bajo el pupitre mientras el drama transcurre?
Terrible, no, devastador.
Nihilismo alimentario.
Por eso, yo ya compré pan, lúpulo, cebada y papel.
Entonces veo fotos, por supuesto.
Veo fotos de un escritor en su terraza en Hollywood, sentado frente a esos aparatos (máquinas de escribir...) en los años 30.
Fotos de Erich Salomón, mi nuevo ídolo, otro, ay, chuuuu, hasta cuándo?
No sé, la verdad.
Me dan ganas de releer ‘Tierna es la noche’ en la edición de cubierta verde Zig-Zag, comprada en Huérfanos.
Sé que no lo haré pues tengo el vago propósito de ‘conocer nuevas cosas’, ja.
Bueno, de todas maneras cuando leo estas ‘novedades’, pienso en mis ‘faraones’ inamovibles.
A todo esto, si uno no puede ser injusto en sus gustos literarios, cinematográficos, artísticos, dónde recontradiantre podría serlo?
Aparte y con gesto que quiere ser grácil: por ahí leí en estas pantallas la expresión ‘campana de palo’.
Es una expresión que me ha encantado, este idioma logra cosas muy gráficas, muy contundentes, con sonido de algo pesado, pero vivaz, muy vivaz.
He pensado a ratos en esa expresión maravillosa.
A ver si próximamente me encamino hacia algunas líneas sobre ello y sobre el hecho de emitir datos, datillos, a través de algunos grafismos, encendidos o no.
Braulio Musso
lunes, 30 de marzo de 2009
lunes, 16 de marzo de 2009
Los Puños
No seremos nosotros los que, a la primera oportunidad, hablaremos de la llamada ‘actualidad mundial’.
No.
Quizás hemos cambiado y nuestros puños son clavículas descalcificadas.
Antes eran clavículas en vías de descalcificarse.
En la feria me detengo para anotar una frase que me sobrevuela, pero no tengo lápiz ni papel.
La repito varias veces en la confianza de poseerla.
Mentira, se fue para siempre, no era mía.
Los pitagóricos veían caminar números por los exiguos sembradíos, los tuteaban y los domaban... supongo que eso les hacía sentirse alegres.
Nosotros...estamos vivos en el mismo tiempo de Woody Allen; la gente del siglo diecinueve no lo pudo catalogar.
De las encuestas que no se harán: Quién seguirá leyendo a Fernando Alegría, a Manuel Rojas, a F.S. Fitzsgerald, a Graham Greene, oh?
Recuerdo una foto de Humberto Donoso, la nariz de Nina Simone.
Qué podría surgir de todo eso? le pregunto a mi cerebro, con cariño, con amor propio.
No hay respuesta, otra vez.
Me acuerdo del monito con platillos dentro del cerebro de Homero Simpson.
Sigue sonriendo la estatua de Montaigne, antipática la de Sartre se empina hacia la aglomeración de ideas, hacia estantes de polvo intocado.
No seremos nosotros los que pontifiquemos sobre los hechos de los diarios y de los noticieros.
Finalmente toda la filosofía está bien y está muy mal.
Antisemitismo, sionismo, sueldología, terrorismo de estado, deudas externas, leyes de educación, países colonialistas.
No seremos nosotros.
Braulio Musso
No seremos nosotros los que, a la primera oportunidad, hablaremos de la llamada ‘actualidad mundial’.
No.
Quizás hemos cambiado y nuestros puños son clavículas descalcificadas.
Antes eran clavículas en vías de descalcificarse.
En la feria me detengo para anotar una frase que me sobrevuela, pero no tengo lápiz ni papel.
La repito varias veces en la confianza de poseerla.
Mentira, se fue para siempre, no era mía.
Los pitagóricos veían caminar números por los exiguos sembradíos, los tuteaban y los domaban... supongo que eso les hacía sentirse alegres.
Nosotros...estamos vivos en el mismo tiempo de Woody Allen; la gente del siglo diecinueve no lo pudo catalogar.
De las encuestas que no se harán: Quién seguirá leyendo a Fernando Alegría, a Manuel Rojas, a F.S. Fitzsgerald, a Graham Greene, oh?
Recuerdo una foto de Humberto Donoso, la nariz de Nina Simone.
Qué podría surgir de todo eso? le pregunto a mi cerebro, con cariño, con amor propio.
No hay respuesta, otra vez.
Me acuerdo del monito con platillos dentro del cerebro de Homero Simpson.
Sigue sonriendo la estatua de Montaigne, antipática la de Sartre se empina hacia la aglomeración de ideas, hacia estantes de polvo intocado.
No seremos nosotros los que pontifiquemos sobre los hechos de los diarios y de los noticieros.
Finalmente toda la filosofía está bien y está muy mal.
Antisemitismo, sionismo, sueldología, terrorismo de estado, deudas externas, leyes de educación, países colonialistas.
No seremos nosotros.
Braulio Musso
lunes, 9 de marzo de 2009
Hay que tener en cuenta
Qué diremos en un par de años?
Hay que tener en cuenta que siempre alguien podrá pedirnos recordar estos días, estos años.
Que quizás alguien va a tener nostalgia de todas estas luces, de toda esta energía entregada.
Una vez escribí un intento de poema que decía en un renglón eso, más o menos eso:
‘qué le diremos al que va a tener nostalgia de este tiempo?’.
Hay que escribir o no hay que escribir, pero hay que decidirse, no da lo mismo.
Seguimos comprando libros: ese arrumbamiento representa qué?
Un sí, un no?
Trato de pensar en Robert Frank, trato de acordarme de John Steinbeck, de la confianza, de la fuerza, de la generosidad de Matisse, claro, por ejemplo, de ‘Idiot Wind’ de Bob Dylan siempre. Leo una entrevista a Clotario Blest donde dice:
‘Actualmente estoy pobre, solo y abandonado’.
Veo una película de Robert Frank donde acompaña al cartero de su pueblo a dejar los periódicos por caminos de nieve, con el parabrisas trizado, con alegría, solo, tranquilo, pensando en su mujer que lo espera en casa.
Releo la parte del topo en ‘Cannery Row’ de Steinbeck, releo el comienzo también.
Veo fotos de Blest ya viejo, las veo lentamente.
Braulio Musso
Qué diremos en un par de años?
Hay que tener en cuenta que siempre alguien podrá pedirnos recordar estos días, estos años.
Que quizás alguien va a tener nostalgia de todas estas luces, de toda esta energía entregada.
Una vez escribí un intento de poema que decía en un renglón eso, más o menos eso:
‘qué le diremos al que va a tener nostalgia de este tiempo?’.
Hay que escribir o no hay que escribir, pero hay que decidirse, no da lo mismo.
Seguimos comprando libros: ese arrumbamiento representa qué?
Un sí, un no?
Trato de pensar en Robert Frank, trato de acordarme de John Steinbeck, de la confianza, de la fuerza, de la generosidad de Matisse, claro, por ejemplo, de ‘Idiot Wind’ de Bob Dylan siempre. Leo una entrevista a Clotario Blest donde dice:
‘Actualmente estoy pobre, solo y abandonado’.
Veo una película de Robert Frank donde acompaña al cartero de su pueblo a dejar los periódicos por caminos de nieve, con el parabrisas trizado, con alegría, solo, tranquilo, pensando en su mujer que lo espera en casa.
Releo la parte del topo en ‘Cannery Row’ de Steinbeck, releo el comienzo también.
Veo fotos de Blest ya viejo, las veo lentamente.
Braulio Musso
lunes, 2 de marzo de 2009
Cero Recuerdos
Esto es como en esas discusiones sobre economía y justicia: si se quiere estar en igualdad de condiciones, entonces, bueno, que nadie recuerde a nadie, que nadie recuerde nada.
Cero recuerdos, es la única solución, claro.
Habría que hacer ese pacto si todo es tan inútil, si no hay para qué recordar, si hay que dar explicaciones sobre por qué se escribe, sobre por qué se intenta escribir, si hay que explicar por qué finalmente es de las actividades que emergen más naturalmente.
Habría que hacer ese pacto de vacío si hay que pedir disculpas o cobrar porque se garabatean un par de hojas o se llenan un par de sitios webs o como recontradiantre se llamen.
Entiéndelo Capullito, entiéndelo maestro que todo lo razonas, cáptalo soñador comedor de barquillos, escucha viajero de cortos trayectos que hablas de rock: se escribe porque se escribe, se va al baño porque se entra al baño, se surfea porque se surfea, se esquía porque se esquía, se escribe y no hay drama ni exigencia envuelto en ello, es una actividad a la que se tiende o hacia la que no se tiende, y el resto son todas excusas de tiempo, disponibilidad o dinero.
El lector habla de ‘aburrimiento’, el autor habla de ‘los dueños de las editoriales’, estamos liquidados...
Por eso Dragón veraniego, es obsceno que se hagan poemas sobre por qué se escribe y que eso pase por alta poesía.
Esos no son más que razonamientos autoafirmatorios, y bueno, está bien, todos queremos sentirnos bien, pero todo eso existe antes o después de la poesía, pero no es médula diáfana, no es transcurso, no es algo que se capta y se transmite, no.
Todo eso es no saber esperar y es concentrarse sobre lo accesorio.
Yo lo entiendo: quién recontradiantre quiere esperar?
Todos queremos ser esperados, hacernos esperar, ja, sí.
Son opciones, como en todo, pero no son ‘nuestras’ opciones.
Otro tema bien distinto es qué recontradiantre pasa con aquello que se escribe.
Todos Los Mayores nos dicen (si los leemos, si los escuchamos, si los vemos) que es imposible saberlo realmente.
Lo que aparece como seguro es que no se salva al mundo.
Se influye poquísimo, pero no tan poco como nos gusta pensar.
Nos leen los Cercanos, bello.
Nos leen los temerarios ocultos, mejor, nos ojean las Temerarias imperturbables, superior.
Nos leen los planeadores, genial.
Resultado: un poco más, un poco menos de ego, pero aparte de eso... misterio.
Pero...
y volviendo al inicio, aquel pacto de no recuerdos es ciertamente impracticable, no pasa de la teoría su realización.
Desde la misma firma ideal del convenio, ya se recomienza a recordar y el desnivel resurge espontáneo y cálido:
Calle Catedral, mediados de los 80, el cielo cubierto, esa atmósfera terrible y bella de esos años entrando inconscientes por nuestras fosas nasales.
Luego,
domingo, La U contra Audax Italiano en Santa Laura, de fondo, siempre de fondo, el año en que Hoffens y Castec pasaron a Audax (el 84, el 85? Oh!), el ruido de quince mil personas reunidas, el color verde oscurecido de esas camisetas, la línea blanca del arco entre los tres palos ya de fierro, el marcador de goles manual, la persona que lo operaba, el FIAT 147 nunca robado de mi padre a cuadras del estadio...
Braulio Musso
Esto es como en esas discusiones sobre economía y justicia: si se quiere estar en igualdad de condiciones, entonces, bueno, que nadie recuerde a nadie, que nadie recuerde nada.
Cero recuerdos, es la única solución, claro.
Habría que hacer ese pacto si todo es tan inútil, si no hay para qué recordar, si hay que dar explicaciones sobre por qué se escribe, sobre por qué se intenta escribir, si hay que explicar por qué finalmente es de las actividades que emergen más naturalmente.
Habría que hacer ese pacto de vacío si hay que pedir disculpas o cobrar porque se garabatean un par de hojas o se llenan un par de sitios webs o como recontradiantre se llamen.
Entiéndelo Capullito, entiéndelo maestro que todo lo razonas, cáptalo soñador comedor de barquillos, escucha viajero de cortos trayectos que hablas de rock: se escribe porque se escribe, se va al baño porque se entra al baño, se surfea porque se surfea, se esquía porque se esquía, se escribe y no hay drama ni exigencia envuelto en ello, es una actividad a la que se tiende o hacia la que no se tiende, y el resto son todas excusas de tiempo, disponibilidad o dinero.
El lector habla de ‘aburrimiento’, el autor habla de ‘los dueños de las editoriales’, estamos liquidados...
Por eso Dragón veraniego, es obsceno que se hagan poemas sobre por qué se escribe y que eso pase por alta poesía.
Esos no son más que razonamientos autoafirmatorios, y bueno, está bien, todos queremos sentirnos bien, pero todo eso existe antes o después de la poesía, pero no es médula diáfana, no es transcurso, no es algo que se capta y se transmite, no.
Todo eso es no saber esperar y es concentrarse sobre lo accesorio.
Yo lo entiendo: quién recontradiantre quiere esperar?
Todos queremos ser esperados, hacernos esperar, ja, sí.
Son opciones, como en todo, pero no son ‘nuestras’ opciones.
Otro tema bien distinto es qué recontradiantre pasa con aquello que se escribe.
Todos Los Mayores nos dicen (si los leemos, si los escuchamos, si los vemos) que es imposible saberlo realmente.
Lo que aparece como seguro es que no se salva al mundo.
Se influye poquísimo, pero no tan poco como nos gusta pensar.
Nos leen los Cercanos, bello.
Nos leen los temerarios ocultos, mejor, nos ojean las Temerarias imperturbables, superior.
Nos leen los planeadores, genial.
Resultado: un poco más, un poco menos de ego, pero aparte de eso... misterio.
Pero...
y volviendo al inicio, aquel pacto de no recuerdos es ciertamente impracticable, no pasa de la teoría su realización.
Desde la misma firma ideal del convenio, ya se recomienza a recordar y el desnivel resurge espontáneo y cálido:
Calle Catedral, mediados de los 80, el cielo cubierto, esa atmósfera terrible y bella de esos años entrando inconscientes por nuestras fosas nasales.
Luego,
domingo, La U contra Audax Italiano en Santa Laura, de fondo, siempre de fondo, el año en que Hoffens y Castec pasaron a Audax (el 84, el 85? Oh!), el ruido de quince mil personas reunidas, el color verde oscurecido de esas camisetas, la línea blanca del arco entre los tres palos ya de fierro, el marcador de goles manual, la persona que lo operaba, el FIAT 147 nunca robado de mi padre a cuadras del estadio...
Braulio Musso
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