jueves, 17 de octubre de 2019

En Memoria de Carlos Campos Pino.

En el velorio escucho que la muerte no es nada.
Sí es algo por supuesto señor monje, la muerte existe tal como la vida, se turnan, nos raspan, nos necesitan.
Hay semanas en que nos corta el paso de manera atroz, nos revienta la cabeza, muerte, sí que existes, maldita aduladora del universo.
Impasibles aprendemos a odiarla tratando de no olvidar el velo mental que engaña.
Y no es en vano ese contacto, va quedando el sedimento definitivo, silencio, silencio del Tiempo,
en unos más, en otros menos; pequeñas comprensiones que caen como bolsitas abiertas sin nada dentro.
Hubo huellas que sólo podrían haber sido inspeccionadas si se viviera con pinzas, y decir deteniendo todo, un sábado a las dos
o un domingo a las cinco, o un lunes al mediodía o un martes a las diez
o un miércoles a cualquier hora y el jueves y el viernes desolado:
todos estos ahora aquí reunidos te acompañan siempre, gente que existe y te conoce y estima y desconoce, ¿sientes algún tipo de fuerza en estos momentos?
Pero no, no se vive así. Cada uno por su cuenta...
suponemos que cada uno se encuentra haciendo lo que él mismo ha posibilitado en una elección
de poderío, suponiendo que los demás están igual o mejor que nosotros...
¡Qué equivocados pensamos quietos en esa tolerancia!
Pensamos que no nos subordinamos y que el resto menos...
En el velorio de mi buen amigo desconocido a rabiar, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, Carlos, mil veces en este teclado maldito...
el monje dijo sí, también, con voz baja... Somos caminantes, peregrinos...
lo escuchamos en las salas de básica del colegio religioso, tantas veces que aún puedo ver las caras...
pero sólo lo escuchábamos, sólo oíamos, no sabíamos... yo al menos no presentía
la cuesta irremontable de la vida, que no sabemos subir,
que no aceptamos bajar salvo algunos locos entre nosotros, con vidas distintas, discretas, despojadas, tranquilas,
tan distintas que sólo pueden y deben explotar para quizás ser algo un lunes para el resto, o un jueves.
Y alguno puede siempre pensar que todo sigue igual y que nos olvidamos.
Humilde, obstinado y herido digo no. No seguimos igual ni mucho menos.
Odiadores de los demás: sepan que no, no sigue igual nada, nunca.
Y no hay olvido, ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ni qué ocho cuartos!!!!!!!!!!!!!!