Somos destructores
Sólidas emociones en el encuentro humano, se desvanecen luego.
Reaparecen de golpe y se piensa: más potente es su realidad y más débil su evaporación.
Alguien va a ser dueño de una discoteca, por legado familiar ya tiene los transistores, parlantes, las copas. No le veremos más, real aprecio.
Otros expresan su rabiosa bondad y su determinación obsesionándose con la vida animal, vegetal y con los recursos minerales de algunos países.
Y nosotros que somos destructores, que creemos en Polpaico y hablamos con campesinos de verdad y no con citadinos que van de excursión con métodos y cámaras fotográficas... estamos perdidos, es claro, irremediables puentes cortados no amarillos.
Que les vaya bien, con harta comida en sus mochilas. Que nos vaya bien no queriendo ser tan buenos.
Sentimos que siempre es viernes por la noche.
Se cae un jinete al que le hemos apostado, unos me dicen que se tira, 'no defendió tu plata...'; lo cierto es que el buen caballo ha partido mal y baja su cabeza hasta el suelo en pleno galope a diez metros del partidor.
Medida de protección del jinete quizás el haberse dejado caer... nunca lo sabremos con total seguridad.
A veces al caballo le falta carrera, parte mal y arremete tarde, llega segundo, tercero, no está mal tampoco.
Desde la micro vemos las industrias alineadas, superpuestos los cuatro claros rostros de los abuelos.
Pascal habló de la incompatibilidad de los espíritus.
Steinbeck habló de los Trask, un día entero de la adolescencia.
Dylan de un pueblo llamado Delacroix.
Derrumban un estadio, un niño se cae a una acequia en Rinconada de Maipú.
Quizás alguien podría suponer que hay que comprender, que hay que entender.
Sólo si es que ese alguien existe, sólo si está entre nosotros.
Si podemos decirle « Siéntate, ya apagaron las luces, la función comenzó, tapas a los de atrás ».
« Salva a los que puedas, pero sálvalos! ».
Si puede saberse hasta dónde llegarían los afectos y desde qué punto son sólo vanidad.
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