lunes, 18 de febrero de 2013


Ideas releyendo a Steinbeck.





















                                                        Es peligroso cuando alguien demasiado bueno se encuentra con alguien demasiado malo, cuando alguien que ha sido muy amado se encuentra con alguien que nunca ha amado.
Pregunta esta noche un Conejo salvaje y mojado: Pero qué rediantre son los sonidos y los enjuagues bucales 'peligroso', 'bueno', 'amor', frente a la incandescencia y frialdad del movimiento universal que ininterrumpidamente se despliega?
No un tipo de elixir o grasa, le responde el Toro que nunca aceptará dejar su protagonismo en La Arena.
Además -terciamos opacos nosotros- muchas veces alguien muy bondadoso, muy calmo, muy profundo, sólo ha surgido al final de una larga cadena de antepasados crueles, irreflexivos, sólo a partir de vidas nefastas o tediosas.
El eslabón se corta o se inventa en la reconstrucción.
Las novelas, más o menos fatigosamente, narran las transiciones sociales y psicológicas de lo bueno a lo malo y viceversa. 
Las grandes novelas nos revelan las fronteras ilusorias entre lo ruin y lo generoso, lo aparente de las diferencias tajantes.
Las grandísimas novelas a su vez, nos revelan que aún tras la mezcla brutal de impurezas, hay, persiste, es real, la Esperanza. 
En cambio, en el estante opuesto, la poesía no cuenta, no narra, actúa, existe en sí y por sí misma.
Pero nadie, salvo los charlatanes, puede quedarse en la poesía, en su verdadera tensión, más de tres minutos seguidos.
El resto del día entonces, ay, oh, veintitrés horas cincuenta y siete minutos, consiste en diluirse, disolverse, azucararse y revolverse, arrellanarse.
Queda pelo siempre en las peluquerías, no importando cuánto se barra, filamentos vivos, risas en los patios de las casas contiguas, abanicos en escaparates.
De paso, leve, inexistente si desaparecer no fuera la máxima soberbia, noto que estamos en otra época cuando exhibimos a nuestros hijos en internet o al leer obituarios en una pantalla.
Pronto a nadie le importará tener la razón; disfrutemos con gozo las últimas discusiones.
El Apocalipsis siempre fue un lujo de gente letrada y avisada, quienes denunciarán a todos los que guarecidos de un aguacero repentino en la única taberna a kilómetros a la redonda, opten por divertir con juegos populares a los parroquianos. 
Ese enjuague humano, ese trasvasije, tritura lo ya molido...
El corazón y el cerebro tratan de aparentar como en el juego del Seguir la corriente o en el del Monito mayor...
Y quién podría reírse del resto en medio del trance mismo?
No lo sé.