viernes, 22 de marzo de 2013

Se abre el campo




















Es chistoso cómo el darse cuenta que hemos olvidado traer almuerzo aumenta instantáneamente el hambre, desde muy temprano.

Se abre el campo para comer toda clase de disparates.
Un ligero dolor de cabeza hace sonreír, muecas, bien.
El cuerpo pareciera querer llevar una vida desembozadamente independiente.
Final de noviembre siempre será, quizás, esperar el nacimiento de los descendientes.
Final de noviembre, ahora nuevo e imborrable.
Decirle a la primera persona que te habla en la calle sin conocerte, antes que amanezca:

« También nuestros herméticos ídolos que hoy son reacios a explicar lo inexpliclable, se explayaron en otras épocas a la una de la madrugada a mitad de semana, en programas de radio malolientes, sobre Dios, la sociedad, la revolución, los eclipses, la sexualidad de los que ya no son tan jóvenes, etc. »

Insatisfacción de darle en el gusto a semidesconocidos en el trabajo, satisfacción de quedarse callado, se alternan el desvencijado trono del rostro.
Cansancio de decir lo que hay que decir a madres que pretenden reinventar la maternidad siendo retrógradas, queriendo pasar por naturalistas suaves.
Descanso infinito de no decir absolutamente nada, también presente en seres anónimos como nosotros.
Con polera a las seis y media de la mañana tomando la micro con obreros que pueden no conocer Renania ni la discografía completa de Siouxsie.
Estamos en eso, esas son nuestras complicaciones, todo muy dramático...

Buenas Noches Alta Costura, Buenos Días Facilismo.

Noviembre, pendiente.

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