martes, 31 de julio de 2018
Persistencia con uno mismo, mes actual, películas y libros de ciencia ficción.
Pero otros están viviendo de manera dramática hoy lo que nos emocionará en cinco, en diez años.
Es como pensar de niño sobre la venida tardía en miles de años de Jesús, pensando en la gente anterior a su posibilidad.
Toda la luz del pasado del universo empujó la fina luz de esta tarde, todas las películas japonesas te hacen soñar
con tus primos lejanos, quizás por eso trato de escuchar y pensar
la voz de mis hijos.
Como el mandato de un deseo, se va a quebrar un juguete porque se jugaba con él,
unas zapatillas usadas de manera suficiente y ojalá necesaria, muy necesaria.
Bocinas, no puedes vivir como si tu casa pueda ser robada.
Las tardes silentes de la infancia y las tardes esplendorosas de fútbol, oh.
Así, de nuevo, a cada rato, lo propio se reúne y se dispersa, en un continúo desdén por las
enseñanzas, sólo aminorado en los exabruptos librescos de la vida.
Pareciendo que no agregamos mucho seguimos.
El amor es menos claro de lo que profetizaban los sabios, pero es amor, y eso es más de lo
que denuncian los mezquinos.
El romanticismo es un optimismo, es un grupo aún no disuelto.
Es novela, literalmente.
En cambio, la poesía casi inexistente es una realidad que lucha contra la imposibilidad.
Es real, no hay más.
Le hablabas en el sueño a tu primo y tu prima corría peligro, despiertas un poco desolado.
Concretar acciones dentro de un sueño es bonito, hacer.
No concretar despierto es nuestra manía, una tierna continuidad.
¿Se sanan los que en sueños obran?
Aman despiertos los que no cierran sus actos, y no cerrar puede ser malentendido.
El sol que esquivamos en verano y que atesoramos en invierno
y ninguna enseñanza salvo cortes de pelo infantiles y egos humorísticos, pasto
de las pantallas, llanuras para que nadie llore y la confianza.
Confianza en la sonrisa de los cercanos y confianza en que a todas les pasa más o menos lo mismo
o mejor.
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