lunes, 11 de enero de 2010

Héroes Sabios del Mar




No es obligatorio mezclar flores plásticas con flores de verdad.
Por supuesto: se puede hacer, pero...
Tampoco se puede vivir pensando que desaparecerán, de un momento a otro, los monumentos y los edificios queridos de la ciudad.
Uno no puede pernoctar a su lado, con mantas, guitarras y garrafas, pensando en que será la última vez para apreciarles, descubrir sus detalles, para mirarles realmente.
Santiago es indestructible.*
Las listas son largas, las manos dos.
Pero... Qué estado de ánimo es éste donde se releen folletos estadísticos del arte?
Pienso en Andrés Aylwin, en Clotario Blest, en Pierre Dubois, pienso en ellos, es decir, en su imagen carnal y sus vestuarios y poco más.
Pienso ahora en ellos como se piensa en un bloque fortificado de super-héroes sabios del mar y de las gloriosas sierras, contadores de chistes vanguardistas, comedores de tortillas con queso blanco, grandes tajadas.
Tomando en cuenta todo el festival de desparpajos y vociferaciones, creo que los más moderados son los más visionarios y los más arrojados y los más olvidados.
Oh, Jardineros con Conciencia Social:
Vuestras familias os esperan para servir la comida (toda clase de guisos con carne).
Si no tenéis familia: todo es una famila.

Braulio Musso

lunes, 4 de enero de 2010

Contrasta más




La muerte de un ex-boxeador, de un ex-futbolista, de un antiguo torero, tiene un alcance de tristeza totalmente diferente a otras muertes, creo.
Porque durante el tiempo (a veces décadas) donde se les admiró, inmersos en su actividad, todo aquel ritual del que eran protagonistas era, efectivamente, la representación emocionante e ideal de la vida real.
Ella era detenida a fin de dar paso a esos juegos, a esos símbolos materialmente venerados.
Entonces era así, simple... y es así parte definitiva de nuestras tontas verdades.
Entonces los admirábamos pues eran así, de manera directa, oh, el cumplimiento de nuestros deseos, deseos siempre sociales aunque los ornamentos y las reglas se llevaran a cabo individualmente.
Así, la muerte de un ex-futbolista, de un ex-adorado boxeador, es en el corazón la confrontación con esos movimientos que les vimos...
Los vimos, los vimos correr y moverse y se quedaron en la elegancia del movimiento, dentro de nuestras mentes.
Pero ahora uno de ellos yace muerto, leemos en estas pantallas del vacío.
Si esto es posible, todo es posible.
Hugo Berly ha muerto...
Contrasta más, oh, pues él, calvo, de imaginarle corriendo, de devorar de nuevo las fotos, de sentirle correr de nuevo en un eco cerebral... él, calvo, se hace más fuerte su movimiento.
Un futbolista calvo, un boxeador naturalmente calvo, no cuadra con su propia muerte.
Hugo Berly en Santa Laura, no sé, en El Teniente, en el ex-estadio de Católica en Recoleta, Hugo Berly en el Norte, en Collao, Berly en el Nacional.
Corriendo, camiseta verde, oh, camiseta roja, el pasto ahí tapando parte de sus zapatos, Hugo Berly poniéndose los zapatos en un camarín, hablando, riendo, callado, pensando, pero no mucho.
Sudaba.
Dónde quedamos ahora?

Braulio Musso