lunes, 2 de febrero de 2009

Tren





Pienso en mi padre al ver a un hombre canoso en el tren.
Ojea un libro cuya tapa dice ‘Dónde Vamos?’.
Habría que decir que vamos hacia Bordeaux en la mañana del último día del año.
Pienso aquí que los perfumes, muchas veces, son mal olor dentro de un coche donde conviven gentes dormidas y gentes altaneramente despiertas.
Leo a Milan Kundera, a ratos.
He tomado café casero.
Este tren es un buen tren.
Es decir, constantemente hay quienes buscan los baños a través los pasillos.
Supongo que, al menos, una consistente mayoría los encuentra y utiliza.
Quizás es importante tener esa clase de confianza...
Aún no amanece.
Mi padre ahora baraja naipes para luego quedarse, oh, largamente pensando, inmóvil, con la mitad de ellos en una mano.
Me acuerdo del sonido de los dominós chocándose, que se sentía todas las noches al pasar por
fuera del departamento de un matrimonio de jubilados en Tarapacá con Zenteno.
La tropa de Conserjes... Pedro El Amable, quien nos ofreció vendernos una estufa (ofrecimiento aceptado) en la esquina, frente a La Moneda.
Una mañana estaba, impertérrito, afeitándose en seco con una afeitadora eléctrica, en la salita a la entrada del edificio.
Dónde trabajará, allá mismo?
Seguirá transmitiendo fe y cooperación?

Aclara, las ventanas no reflejan más el interior de este tren que no es más que un tren.
El Azul intenso escapado del negro pronto se acabará.
No tengo sueño Morfeo Ensañado, esta vez Tú pierdes.
Luego de un rato aparecen los árboles que todos alguna vez hemos visto desde un tren.
No veo novedades sino Dulces Repeticiones.
En HoraBuena.


Braulio Musso

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