Tantas ganas de hablar
Ahora que comienza el entretiempo puedo pensar sin pasión en mi apuesta y en las cosas de siempre, aquellas que no se benefician de los resúmenes, el sol inolvidable de esta tarde, la cartola traspasada de reverberaciones.
Puedo ver todo con la luz de las hechitos consumados, puedo imaginar por ej. a Van der Saar viejo abriendo su puerta tras su retiro, con bastón, bigote, en silencio frente al hielo de la entrada a su casa, perdido en algún pueblo holandés.
Toda la fama, la gente, la estima, el contacto y luego silencio, así es.
Tantas ganas de hablar de algunos, tantas citas, odio puro, provocan en otros igual de inteligentes el cansancio y el silencio total, como abrir tu puerta y mirar lluvia caer, mirarla largo, largo, casi inusual, una hora, fijo, en paz.
El entretiempo es bonito para el apostador que es espectador.
El apostador es un observador también la mayor parte de las veces.
Nítido de pronto el color de todos los pastos de las canchas veneradas porque mantuvimos limpio y despejado nuestro propio tiempo.
La belleza de las almas que nos regalan porque sí, porque quieren, los lunes, los miércoles, los sábados, esto es real, es contingencia, ja.
El apostador no es idílico, pero piensa a veces en las inmediaciones de los estadios que no ha conocido.
Lo intersecta la sombra de un edificio, piensa y no le cree a esos pensamientos, le da risa quizás, todo tan irrisorio, pero importante a la vez.
Y todo eso a partir de una sola apuesta.
Claro que las apuestas solas se repiten o pueden repetirse.
lunes, 2 de mayo de 2011
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